El hospital

Las paredes habían sido pintadas de color blanco, eliminado el viejo gotéele. Las antiguas ventanas de metal, fueron sustituidas por nuevas de aluminio imitando color madera. A cada lado, se había colocado una cama. El retrete era nuevo, el habitáculo estaba perfectamente esterilizado.

En la cama de la izquierda acababa de ser ingresado un paciente. Venía dolorido, la situación era bastante crítica. La deleznable desfachatez de la más incongruente ignorancia, provocó una herida profunda en el susodicho. Los testigos despiertos se habían percatado de la circunstancia; ese pobre hombre, no sabía que el oscurantismo de algunos de sus defensores, había sido utilizado por sus detractores, como arma arrojadiza.

En la cama de la derecha, pronto se bajó de la UCI al otro paciente. Se encontraba tranquilo, jovial, los médicos le habían indicado que cualquier intento de poner algo de su parte, era innecesario, los días irían en su favor. Solo tenía que esperar, y en breves, estaría en la calle.

Todo el mundo visitaba al paciente de la derecha. Lo traían ramos de flores, cajas de bombones, postres caseros, cualquier regalo era bienvenido. Incluso los que un día lo condenaron a su anterior estado, cabizbajos, sin mirar al enfermo de la izquierda, acudían con toda la desfachatez deseándole una cura rápida.

Yo visité el hospital. No me podía creer nada de lo que estaba viendo. En la cama de la derecha la gente hacía colas. El paciente reía, casi no hablaba, y cuando se le recordaba algo, se limitaba a responder que eso solo eran cosas de otro tiempo. La gente no paraba de vitorearlo, todos esperaban febriles para que pronto regresase a casa.

En la cama de la izquierda, el enfermo había empeorado, la herida no paraba de sangrar, pronto subiría a la UCI.  Con las últimas luces del crepúsculo, me senté contiguo a su posición. Cuando llevaba un rato observando su agónico rostro, empecé a leer El capital de Marx. Posiblemente alguien se acercase. Pero por desgracia, al poco me percaté de que mis intentos fueron infructuosos, ¿qué estaba pasando?

A media noche, abandoné el hospital.

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